miércoles, 4 de noviembre de 2009

Chucho....

Chucho se había puesto malo. Vomitó todo su pienso en el suelo, pero no se quejó. Ella no lo vió hasta la mañana, cuando casi lo pisa. Había vomitos por toda la cocina.

El perro estaba tumbado en la alfombra del salón, respiraba lentamente y le salían moquillos de la nariz. Se asustó tanto que se quedó paralizada sin saber qué hacer. Cuando las lagrimas se amontonaron en los ojos se arrodilló a su lado, después de coger el movil para llamar al veterinario y a un compañero de trabajo, para que la ayudase a trasladar a Chucho hasta la clínica. Pesaba muchísimo.

La cabeza le colgaba, los ojillos cerrados, un lígero gemido se coló entre sus colmillos. Suero, agujas, el perro quieto, miradas preocupadas. Espere fuera. Le ingresamos. Vuelva a casa, ya la llamaremos.

Ahora entendía por qué esa noche no la despertó. Regresó a su casa, tan vacía.