miércoles, 31 de marzo de 2010

Viejo bobo

Estúpido viejo bobo. Cabeza hueca de chorlito. Estúpido enamoradizo.
El anciano repite cada insulto en su cabeza, sentado en el suelo de piedra, de una alcoba fría, casi sin tapices. Ha llorado mucho, y ha gritado hasta quedarse afónico. Después ha intentado llamarla, rezando al cielo para que ella le escuchase, intentando ser dulce y compasivo, y jurando por todo que se lo perdonaría.

Pero ella no ha regresado y él sigue solo, sentado en el frío suelo, mirando el ventanuco. Pasa el tiempo. Crece la barba. A veces se levanta y estira las piernas, que le crujen. Intenta encender fuego pero el castillo es demasiado gélido y se apaga.

Granito a granito, la montaña donde está ubicado el castillo, se va colmando de arena, rocas, tierra y vegetación, hasta cubrir la ventanita de su alcoba. La montaña se come el castillo. Lo devora hasta recubrirle por entero.

El anciano decide dormir… quizá algún día despierte. Pero su último pensamiento va para Vivianne. Maldito viejo bobo. Estúpido enamoradizo. Cuán tonto puede ser un anciano mago enamorado. Pobre Merlín.


Dibujillo del artista francés Gustave Doré (s. XIX)

jueves, 18 de marzo de 2010

Se acerca la primavera


Sigue dibujando, frenético, ansioso, con los ojos enrojecidos. Las mira y se le hincha el pecho. A veces siente mareos, baja los párpados, pero ellas le tientan.

Revolotean y danzan, de aquí para allá. Volteretas en el aire, gráciles, ríen, se dejan caer como kamikazes para remontar el vuelo en el último segundo.

Son la vida, los colores, la alegría… son todo. Le muerden los dedos, le tiran del pelo. Sonríe sus gracias pero no deja de dibujar. Si no hubiese hecho caso a su abuela nunca habría regresado a la casita de campo. Nunca habría sentido los finos rayos de sol primaveral, incipientes aún. Los primeros brotes de las flores del jardín. Ni habría escuchado las flautas, los timbales, las risitas pícaras.

¿Es que no sientes que se acerca el sol? ¿No sientes que vuelvo a sonreír? ¿No sientes el calor, la piel caliente, los suspiros? ¿No sientes que necesito regresar a mi jardín? Vamos, suéltame, sácame de este tarro, déjame volar… Prometo escaparme sólo un poco…al fin y al cabo sólo soy tu musa.

Foto que me he permitido recoger de Linkmesh

lunes, 15 de marzo de 2010

El último boceto

Se siente enfermo, el sudor frío le recorre la espalda. Intenta tragar saliva y no puede, la garganta reseca le duele. El corazón desbocado pugna por salir del cuerpo. Tiene que sentarse y cerrar los ojos.
Ella se inclina sobre él, que siente el aliento cálido tan cerca…demasiado cerca.
Le agarra las manos y las acerca a su cuerpo suave, tierno…y sobre todo irreal.
El cabello sedoso se escurre desde los hombros aterciopelados de ella para tocarle el cuello. De nuevo intenta tragar.
Abre lentamente los ojos, y ella está ahí, sonríe maliciosa y él sabe qué significa esa sonrisa. Saca la lengua rosada y con la punta le lame, casi sin rozar la piel. Le deja húmedos los labios y eso parece real.
Se sienta a horcajadas sobre él, desnuda, perfecta. Él siente la carne de gallina, cómo no desearla, ¡maldita sea!, cómo no querer hacerla el amor. Si tan sólo fuese real…

A pocos pasos la mesa para diseños, cubierta de los bocetos para la nueva novela gráfica que prepara. A pocos pasos están los bocetos blancos, como si no hubiese dibujado nada en esos meses…

jueves, 11 de marzo de 2010

La triste leyenda de...

El que en unos años será Sir Roy Wolfman, pero que ahora es un niño imberbe, se encuentra en su paseo matinal con una figura femenina que, en la lejanía, parece sola y perdida.

Frena su montura y se acerca curioso a esa criatura de cabellos largos y piel azulada, que mira con los ojos abiertos de par en par, temerosa, como agazapándose esperando para atacar.

Él tiende su mano, espera y cuando ella se acerca la sujeta en un abrazo. Murmura que no la va a hacer daño. La ayuda a montar sobre el caballo y galopa a su castillo. Atrás queda el enorme bosque.

La agasaja y la cubre de bondades, la presenta en su pequeña corte, pero a nadie acaba de convencer su extraño color, sus orejas puntiagudas, ni su mirada penetrante, tampoco habla y si lo hace no es para halagar a nadie.

Suben a lo alto de la torre, allí la desnuda, ahora es suya. A cambio la regala los aposentos más altos de la torre. A lo lejos la guerra se acerca y él debe marchar, cuando lo hace la encierra desde fuera allí en lo alto.

Pasan los años entre idas y venidas a la guerra, le crece la barba, ella le da tres hijos: Amor, Fidelidad y Confianza.

Un aciago día él sube a la torre, agarra entre sus manos los cuellos de los hijos y los mata. Nadie sabe por qué, quizá fue por amor a otra mujer, por amor a sí mismo, o por locura. Ella huye, sube las últimas escaleras de la alta torre. Él la persigue no pretende matarla también, se le nublan los ojos de lágrimas… ¿qué ha sucedido?.

Posa los pies desnudos sobre la fría piedra de la almena, mientras Sir Roy se acerca. Ella se lanza al vacío, cae y muere.

Siglos después, la leyenda se transformará, las gentes de aldeas vecinas acoplarán nuevos y distintos cuentecillos de por medio, pero todos conocerán la historia como “La triste leyenda de Sir Roy, el de corazón de pez”