miércoles, 10 de febrero de 2010

Mi piel

Sentada en la roca moja los pies entre olas. El agua está fresquita. Mira hacia el horizonte.
Se siente sola y abandonada. Se siente traicionada. Mira el mar y llora. Duele el alma y el corazón.
Siente que algo sangra en su interior, algo que no puede arreglar, que seguirá doliendo. Quiere rugir al horizonte, hundirse entre las aguas.
Él la ha robado su piel de selkie. Lo que la unía al resto de seres amados, a su vida. Él se ha apoderado de ella, la ha hecho suya.
Y ella ya no sabe si él alguna vez la ha amado, porque si la amó alguna vez ¿Por qué la robó su maravillosa, suave y resplandeciente piel de foca?.
Se ha convertido en su esposa selkie, siempre triste, añorando el mar.


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viernes, 5 de febrero de 2010

Gatito...

Me enrrollo sobre mi misma haciéndome un ovillo, sobre tus piernas, para que me acaricies el lomo, y en la cabeza, entre las orejas.
Y no puedo evitar ronronear. Y que se me erice el vello. Te clavaría las uñas afiladas si intentases levantarte. Mordería la mano si cesa en las cosquillas.
Así que aguantas hasta que me duermo y mi cuerpo vuelve a ser humano, y no bufo ni maullo.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Avalon maldita

Las olas mecían la barca, balanceaban, acunándome en medio de la nana formada por el chasquido contra la madera del bote.

Cubierta por la capa no cesaba de tiritar de frío. La bruma se acercaba. Sentí la tentación de meter la mano entre las oscuras aguas del lago, pero me daba miedo, como si algo tenebroso fuese a agarrarme y lanzarme a las profundidades heladas.

A lo lejos una canción, que aunque melodiosa y delicada no me tranquilizaba. Alcé la vista y una peña terrosa, coronada por una arboleda abigarrada, despuntaba entre las aguas gélidas.

El bote frenó su lento avance. Una mano blanca, coronada por dedos azules surgió ante mi, bajo mi barquita, tocándola, acercándose a mi. Me mordí los labios. No la toques, no la toques, me murmuraba a mi misma. El corazón desbocado. El aliento convertido en jadeos. Intenté vislumbrar de dónde procedía ese brazo, pero nada se veía bajo la superficie. Quise gritar.

La mano empujó mi bote hacia atrás. Desandaba mi camino mientras se volvía a sumergir. ¡Avalón maldita!, te tuve tan cerca….