miércoles, 3 de febrero de 2010

Avalon maldita

Las olas mecían la barca, balanceaban, acunándome en medio de la nana formada por el chasquido contra la madera del bote.

Cubierta por la capa no cesaba de tiritar de frío. La bruma se acercaba. Sentí la tentación de meter la mano entre las oscuras aguas del lago, pero me daba miedo, como si algo tenebroso fuese a agarrarme y lanzarme a las profundidades heladas.

A lo lejos una canción, que aunque melodiosa y delicada no me tranquilizaba. Alcé la vista y una peña terrosa, coronada por una arboleda abigarrada, despuntaba entre las aguas gélidas.

El bote frenó su lento avance. Una mano blanca, coronada por dedos azules surgió ante mi, bajo mi barquita, tocándola, acercándose a mi. Me mordí los labios. No la toques, no la toques, me murmuraba a mi misma. El corazón desbocado. El aliento convertido en jadeos. Intenté vislumbrar de dónde procedía ese brazo, pero nada se veía bajo la superficie. Quise gritar.

La mano empujó mi bote hacia atrás. Desandaba mi camino mientras se volvía a sumergir. ¡Avalón maldita!, te tuve tan cerca….

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