viernes, 30 de septiembre de 2011

Caudillo XV

Artus había acogido a Morgana con gusto, aunque ya no reconocía en ella a su hermana mayor y él mismo la miraba con otros ojos. Morgana había huido de un ataque a su granja, habían prendido fuego al edificio y habían matado a sus padres y sus dos hermanos pequeños. Ella por suerte se encontraba en el claro del bosque donde todas las mañanas dejaba flores, fruta o leche a las hadas. Se festejó el funeral aunque sin los cuerpos de sus amados padres. Keu colocó una cruz en su honor y Morgana realizó coronas de flores. Ella seguía creyendo en los viejos dioses, aunque escuchaba a su hermano y argumentaba que todos los dioses podían convivir perfectamente. Era inteligente y perspicaz, había encandilado a Merlín con quien en muchas ocasiones desaparecía en largos paseos.

La joven sentada sobre un banco de piedra observaba como los obreros arreglaban zonas de la muralla que se habían dañado con el tiempo, era necesario puesto que Artus pretendía engrosarla y elevarla.

Una mano fuerte y callosa se apoyó en su hombro. Ella sonrío, ya conocía el tacto y el olor de Artus.

- Me han dicho que frecuentas mucho la compañía de Merlín

Ella se giró para observarle curiosa, sujetó su mano entre las suyas, en un gesto cálido y familiar que a Artus le seguía resultando algo incómodo.

- Sí, admiro mucho a Merlín. ¿Es eso un problema?

- No, no, en absoluto, es sólo que… bueno esto es muy pequeño y tú aún no estás casada…

- Sí..¿Y cuál es el problema hermano?

- ¡Morgana no me llames hermano! Sabes que no lo somos realmente… y lo que queiro decir es que correrán rumores, y tú saldrás mal parada… Quizá deberíais formalizar el noviazgo.- murmuró entre dientes.

- Pero no hay ningún noviazgo. Sólo me enseña. ¿En serio pensabas que Merlín me cortejaba?

- No, no, pero es sólo que… a veces.. bueno, hay que aclarar los asuntos.

Ella rió y se levantó del asiento para abrazar a Artus, a quien colocó el cabello y besó en la mejilla, ruborizándole.

- Artus, si algún día quisiera casarme tendría que ser con el hombre más valeroso, más fuerte y más querido.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Caudillo XIV

Artus había hecho que le fabricaran una réplica de la coraza que algún día tuvo su tío, la única diferencia era que al águila le acompañaba una serpiente alada enroscada en sus patas. Entre los más mayores circulaban cuchicheos sobre su gran parecido con Aurelio Ambrosio, ojos pequeños pero vivaces, nariz ancha y recta, cabello oscuro y porte altanero. Había conseguido granjearse el apoyo de nuevos combatientes gracias a sus atolondradas ideas, que le habían llevado a luchar cuerpo a cuerpo contra auténticos guerreros. Gracias a sus ideas de tomar sus raíces de sangre latina se había preocupado por enterarse de las tácticas militares romanas. Keu le había enseñado todo lo que sabía y más, viajando en busca de otros monjes más preparados e incluso ancianos que recordaban lo contado por sus abuelos. Todo lo aprendido le había mostrado que los invasores no estaban preparados y actuaban como un grupo salvaje y estúpido, rapiñando sin control, despreocupándose de vigilar sus espaldas, lo que acabó significando que la preparación de Artus conducía a sus hombres a la victoria, liquidando a muchos más enemigos de los que podrían reponer. Comenzó a prepararse una caballería preparada y se enseñó a aquellos que buscaban su protección cómo actuar como un solo hombre, cómo protegerse unos a otros y cómo levantar los escudos contra las flechas.

Muchos de aquellos que le habían abandonado comenzaban a unirse con el joven, o bien caían después de infructuosos ataques. Artus se estaba labrando el reconocimiento y admiración de aquellos que prestaban atención a los contadores de historias, que marchaban de aldea en aldea realzando y colocando más y más florituras en las batallas del nuevo rex, la mayoría cantadas en primer lugar por Merlín.

Llegó cansado y sudado, había cabalgado con su caballo, una bestia poderosa que se movía como una extensión del jinete. Merlín le esperaba, aunque dejó que le sirvieran agua y unos paños para refrescarse. Artus ya no era un chiquillo, su mirada era más fiera y lucía con orgullo cicatrices en brazos y rostro, incluso se había tatuado el símbolo de la guerra en el antebrazo.

- Merlín tendrías que habernos visto, en cuanto hemos aparecido han huido todos los maleantes del bosque.- dijo entre risas el joven.

- Me alegro, llega hasta ellos tu fama, eso es bueno.

- Lo sé, lo sé, pero escucha cuando vieron mi pechera uno grito que el maldito dragón estaba con los guardas, otro gritó de miedo y todos se retiraron.- volvió a reír con más ánimo, palmeando mano contra mano.

- Sí Artus, pero hay algo que quiero decirte..

- En serio, me temen, muchos dicen que soy la imagen de mi tío reencarnado, otros dicen que soy el mismo diablo. ¡Muchos bajan la mirada cuando paso cerca!

- Sí, escucha, hay alguien aquí que quiere verte

- Venga mago, no me hagas ver a más campesinos, ya sabes que me aburren, deja que sea Keu quien se encargue de esas cosas, ya te lo dije.

- No, espera y calla un momento.- dijo Merlín con voz cansada mientras acudía hacia la puerta de la Gran Sala y mandaba acudir a alguien, a quien sostuvo de la mano.

Una deliciosa joven de pelo rojizo, y grandes ojos rasgados y verdes, se inclinó con la gracia etérea de un hada, para después mirarle fijamente con una sonrisa pícara. Artus la miró con la boca abierta, algo resultaba familiar en ella. Keu llegaba con un pergamino de la mano cuando vio a la muchacha, soltó un grito y dio gracias a Dios antes de abrazarla con todas sus fuerzas.

- Es Morgana, Artus, mi hermana ¡está aquí!

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Caudillo XIII

Poco después de la muerte de Uther, Enna tuvo a su primera criatura a quien llamaron Galván. Artus envió algunos obsequios, realmente emocionado pues a pesar de haber visto en muy pocas ocasiones a su hermana apreciaba su candor y amistad, así como la alianza con Lot, quien le apoyaba en estos momentos de duda sobre la sucesión.

No eran pocos los que habían aceptado al hijo de Uther, pero unos cuantos se habían escindido y proclamaban ser los jefes de algunas aldeas alejadas, evitando así pagar tributos. Otros se habían aliado con los invasores, solicitando que debía someterse a asamblea la elección de un nuevo caudillo, con la esperanza de que surgiese uno que les beneficiase.

Gracias a las influencias de Merlín y a su sabio consejo, muchos pequeños cabecillas de aldeas, así como antiguos aliados y guerreros de Uther, luchaban al lado del joven con el lema “Una cabeza, un dragón”. Sin embargo no era fácil mantener a su lado hombres dispuestos a luchar, Artus era demasiado joven y atolondrado, pocas veces se paraba a pensar antes de actuar.

Por suerte la gran influencia de su amigo Keu, era patente, la mente reflexiva y tranquila que necesitaba.

- Artus, te digo que es cierto, el emperador Adriano fue el que mandó construir el muro, para mantener a raya a los bárbaros.- dijo un exasperado Keu.

- Pero no lo entiendo, eso tiene que ser muy costoso. Para mí que los romanos no tenían ni idea de cómo luchar.- Se rió Artus.

Merlín les escuchaba divertido, sobre todo porque pocas veces el joven Pendragón atendía a lo que se le decía y menos veces aún su amigo conseguía despertarle el interés.

- Pues deberías saber que tú tienes sangre latina, hermano.- dijo el hijo de Antor, ya casi desesperado ante las burlas y los ojos entornados del otro.

- ¿Yo? Pero eso no puede ser, mi sangre es britana. Tan pura como la tuya.

- Yo soy irlandés Artus, y tú tienes sangre de Roma. Merlín díselo.

El mago se rascó la barbilla y sopeso un tiempo si merecía la pena o no inmiscuirse, hasta que algo bulló en su cabeza.

- Efectivamente, eres casi un romano de los antiguos.

- Dejad de decir tonterías, mi madre era britana, tú mismo, Merlín, me lo has dicho muchas veces y Uther también, por eso odiaba a los extranjeros.

- Dime Artus ¿No conoces la historia de tu tío Aurelio Ambrosio?

- ¿Tengo un tío?.- exclamó el joven escandalizado.- ¿Y cuándo me lo ibais a decir?

- Murió, era el rex antes que tu padre, pero mataron a sus hijos y por eso tu padre gobernó sobre las aldeas. Y siempre actuó bajo el estandarte de Roma.

Por primera vez Artus calló, entrelazó las piernas y se sentó cómodamente atendiendo a Merlín.

- Tu abuelo conservaba una pechera con el símbolo del águila, se la legó a tu tío, fue incinerado con ella. Tu tío estaba orgulloso de sus orígenes, sabía que no hacía mucho un romano había engendrado familia con una britana. Por supuesto tu sangre no es pura, como tú mismo no lo eres, pero la fuerza y el espíritu es de águila. Eso perdurará durante mucho, mucho tiempo. Deberías estar orgulloso, como tu tío, que si hubiese podido decidir habría muerto con la espada alzada.

- ¿Cómo murió?

- Le traicionaron. Le envenenaron, no hay nada más cobarde Artus, y menos para un espíritu como el de Ambrosio. No sabes bien lo que habría dado por que le mataran en una refriega, cubierto de sangre y con el gesto torcido de ira.

- Era un hombre duro…

- Era un águila.- finalizó Merlín, alzándose y dirigiéndose hacia el exterior.

Artus le miró marchar, impenetrable mientras sus pensamientos vagaban imaginando un pasado del que poco conocía. Si él era latino, entonces debía conocer cómo eran esos malditos romanos, llevaría con honor el águila y el dragón mezclados en su sangre.

- Keu, cuéntame cosas sobre los romanos, pero no de lo aburrido, cuéntame sobre sus militares, sobre sus guerras…

martes, 13 de septiembre de 2011

Caudillo XII

Artus odiaba a Uther, tenía ganas de matarle con sus propias manos. Sentía que le despreciaba y humillaba continuamente, le miraba altivo, como si no tuviese nada que ofrecer y por más que se esforzaba jamás recibía una muestra de orgullo paterno. Uther era huraño, malhumorado y pocas veces había mirado fijamente a su hijo salvo para reprocharle su poca fuerza, su poca inteligencia o el excesivo parecido que guardaba con su madre.

Se retorcía las manos mientras paseaba enfurecido de un lado para otro después de que su padre se riese de él por no saber usar el escudo de forma apropiada. Echaba de menos a Antor y quería conocer a su último hermanito, ya que las noticias de Merlín le parecían insuficientes. Por lo menos Keu siempre le apoyaba, cuando no estaba siguiendo a ese monje extraño. Artus no tenía muy claro si ese Dios del que hablaban era real, no entendía por qué tuvo un hijo con una mujer mortal si luego le dejó morir, debería haberse convertido en héroe. Además todo dios necesitaba de una esposa que le apoyase y le cuidase, que le diese hijos y que fuese casi tan fuerte como él, eso estaba claro. Pero parecía que este dios sólo quería rodearse de humanas, no lo comprendía. ¿Cómo podían amarle las monjas si no yacían con él? Absurdo. Sin embargo Keu parecía entenderlo todo y aunque se esforzaba en explicárselo Artus se negaba, tozudo como una mula. Seguro que Morgana lo entendería si estuviese con ellos, siempre había sido fiel creyente de los dioses de los bosques, las aguas y las montañas, llevaba leche todos los días para las hadas. Sintió tristeza al acordarse de Morgana, echaba de menos sus cosquillas, sus besos y hasta las reprimendas que les soltaba.

- Artus.- dijo Merlín tras él.- tranquilízate, tu padre lo hace para que aprendas a usar la coraza de tu corazón, un buen caudillo debe ser fuerte por dentro y por fuera.

- Yo no quiero ser caudillo de nadie, yo quiero cazar, quiero beber de los manantiales frescos, bañarme en las olas de la playa, yacer con mil mujeres…

- No digas bobadas, cuando tu padre muera, que lo hará, tendrás que enfrentarte a cosas horribles, puede que tu vida penda de un hilo y…

- Bla bla bla.- se burló el chiquillo.

- Deja de comportarte como un niño tonto, mejor será que me acompañes para recibir a los invitados, tu hermana viene del monasterio y deberías saludarla, estará nerviosa.

- Pues que no se case. Yo no pienso hacerlo, disfrutaré de todas.

- Sí, sí, deberías dejar de acompañar a los guardas en sus rutinas. Anda ven conmigo, Enna no debería esperarte.

- ¿Es verdad que es igual que mi madre?

- Más hermosa aún si cabe. Sólo es distinta en el color de su cabello, negro como la noche.- dijo el mago.

- Parece que fuese hija tuya Merlín, jamás he oído a mi padre hablar así de nadie, y menos de mí, claro.

Ojala hubiese sido hija mía, pensó el mago mientras empujaba a Artus. Mañana casaban a Enna con Lot. Uther lo presenciaría pero quién sabía cuánto más podrían ver los ojos del rex, cada vez más cansado y dolorido, cada vez más asustado y temeroso de sus esputos sanguinolentos.