domingo, 4 de septiembre de 2011

Caudillo IV

Merlín se encuentra sentado sobre una roca en lo alto de un peñasco, observando el pueblecito donde se festeja la coronación del hermano del rex, el nuevo rex Uther. Han cosido guirnaldas para decorar la plaza y han matado unos cuantos carneros y cerdos, que se asarán y se repartirán. Incluso desde tan lejos se escucha el bullicio de las gentes, las flautas y tambores. El pueblo está bien preparado para las adversidades, en lo alto entre dos ríos y amurallado, con calles retranqueadas y torreones flanqueando cada puerta de entrada.

Uther se encuentra en su pequeña fortaleza, una torreta que dispone de chimenea y que se ha coronado sobre la zona más alta del poblado, aún le queda por ser reconstruida pero ya ofrece una imponente visión. Sabe que su amigo Merlín ha desaparecido y sólo espera que aparezca para el banquete, no le apetece rodearse de extraños. La mayoría de las gentes de las granjas circundantes al pueblo aparecerán llevando algún pequeño tributo y no tiene la más mínima gana de saludar a tanto desconocido.

Ha recibido como regalo un asiento labrado en madera cuyas patas imitan las garras de un león y cuyo respaldo ha sido tallado en vetas que finalizan en flores. No es muy bonito pero le permite reclinarse con cierta majestuosidad. Muchos de los granjeros han traído ovejas, a algunos les conoce porque lucharon a su lado cuando a la muerte de su hermano fue necesario recordar a los invasores que nadie se iba a rendir.

Se levanta cuando Gorlois, uno de sus mejores compañeros, se acerca engalanado y afeitado e incluso ha engordado un poco, trae cerveza y eso le gusta.
- Gorlois estás muy viejo.- se carcajea animado mientras le aprieta las manos en confianza.
- Viejo y casado, mi señor.
- ¿He entendido bien? ¿Y quién puede querer a un ancianito como tú?.- Bromea Uther.
Las manos encallecidas de Gorlois sueltan a su rey para girarse.
-Igraine, Igraine querida.- llama tras él.
De entre la aglomeración de gente surge una figura risueña, de largas pestañas y cabello trenzado, que grácil ofrece una reverencia y una tímida sonrisa. La joven, de no más de 18 años, desprende un aroma perfumado, es hermosa aunque el vestido remendado que lleva intente ocultarlo.
Uther jadea y traga saliva, se siente mareado, agarra las manos rosadas de Igraine y las besa, su aroma le conmueve, le paraliza. “Tiene que ser mía” piensa entre vapores nebulosos de perfume.

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