martes, 6 de septiembre de 2011

Caudillo VI

Merlín ha comenzado a acudir de forma esporádica a casa de Gorlois, sobre todo cuando éste va a algún pueblo alejado para vender lana o busca herramientas o productos que necesite.

Igraine sonríe cuando ve la figura del mago acercándose, corre hacia él y pide como una niña pequeña que le dé el regalo que sabe que lleva con él. Merlín sonríe y saca un ramo de flores del que surge un anillo, a veces lleva un gran paño de tela para que se haga vestidos nuevos, cintas de colores, cuero de la mejor calidad para hacer unas botas o una bolsa, pequeños detalles que iban llenando las arcas de la casa. Sin duda Gorlois comenzaba a sospechar algo, pero ya si era Merlín o si era el propio Uther no podía enfrentarse directamente con una acusación que le podía colgar en la horca. Al fin y al cabo la justicia era el propio Uther.

Una tarde Igraine ve acercarse la figura de Merlín, embozada en su capa grisácea, y decide esperarle apoyada en las jambas de su puerta, mientras acaba de remendar un zurrón. Le sonríe divertida cuando cruza la verja de madera que obliga a los cerdos y ocas a estar cerca. Cuando desvía la mirada para dejar a un lado aguja e hilo siente sobre ella la figura imponente de alguien que no es Merlín, alguien que la introduce en la casa, la empuja contra la pared y desgarra parte de su túnica. Intenta gritar pero una mano poderosa y grande la tapa la boca. Llora e intenta zafarse pero el otro es fuerte.

Al fin cae la capucha y asombrada y aterrada descubre al rey, a Uther que resopla sobre su cuello, que la agarra como si quisiese ahogarla.

Cuando él se va, Igraine recoge los pedazos de su ropa y se tapa como puede, pronto llegará su marido y los muchachos que les ayudan, rehace su trenza entre sollozos y limpia las magulladuras en sus muslos. Sólo espera, rogando a Dios, que no la deje embarazada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario