martes, 13 de septiembre de 2011

Caudillo XII

Artus odiaba a Uther, tenía ganas de matarle con sus propias manos. Sentía que le despreciaba y humillaba continuamente, le miraba altivo, como si no tuviese nada que ofrecer y por más que se esforzaba jamás recibía una muestra de orgullo paterno. Uther era huraño, malhumorado y pocas veces había mirado fijamente a su hijo salvo para reprocharle su poca fuerza, su poca inteligencia o el excesivo parecido que guardaba con su madre.

Se retorcía las manos mientras paseaba enfurecido de un lado para otro después de que su padre se riese de él por no saber usar el escudo de forma apropiada. Echaba de menos a Antor y quería conocer a su último hermanito, ya que las noticias de Merlín le parecían insuficientes. Por lo menos Keu siempre le apoyaba, cuando no estaba siguiendo a ese monje extraño. Artus no tenía muy claro si ese Dios del que hablaban era real, no entendía por qué tuvo un hijo con una mujer mortal si luego le dejó morir, debería haberse convertido en héroe. Además todo dios necesitaba de una esposa que le apoyase y le cuidase, que le diese hijos y que fuese casi tan fuerte como él, eso estaba claro. Pero parecía que este dios sólo quería rodearse de humanas, no lo comprendía. ¿Cómo podían amarle las monjas si no yacían con él? Absurdo. Sin embargo Keu parecía entenderlo todo y aunque se esforzaba en explicárselo Artus se negaba, tozudo como una mula. Seguro que Morgana lo entendería si estuviese con ellos, siempre había sido fiel creyente de los dioses de los bosques, las aguas y las montañas, llevaba leche todos los días para las hadas. Sintió tristeza al acordarse de Morgana, echaba de menos sus cosquillas, sus besos y hasta las reprimendas que les soltaba.

- Artus.- dijo Merlín tras él.- tranquilízate, tu padre lo hace para que aprendas a usar la coraza de tu corazón, un buen caudillo debe ser fuerte por dentro y por fuera.

- Yo no quiero ser caudillo de nadie, yo quiero cazar, quiero beber de los manantiales frescos, bañarme en las olas de la playa, yacer con mil mujeres…

- No digas bobadas, cuando tu padre muera, que lo hará, tendrás que enfrentarte a cosas horribles, puede que tu vida penda de un hilo y…

- Bla bla bla.- se burló el chiquillo.

- Deja de comportarte como un niño tonto, mejor será que me acompañes para recibir a los invitados, tu hermana viene del monasterio y deberías saludarla, estará nerviosa.

- Pues que no se case. Yo no pienso hacerlo, disfrutaré de todas.

- Sí, sí, deberías dejar de acompañar a los guardas en sus rutinas. Anda ven conmigo, Enna no debería esperarte.

- ¿Es verdad que es igual que mi madre?

- Más hermosa aún si cabe. Sólo es distinta en el color de su cabello, negro como la noche.- dijo el mago.

- Parece que fuese hija tuya Merlín, jamás he oído a mi padre hablar así de nadie, y menos de mí, claro.

Ojala hubiese sido hija mía, pensó el mago mientras empujaba a Artus. Mañana casaban a Enna con Lot. Uther lo presenciaría pero quién sabía cuánto más podrían ver los ojos del rex, cada vez más cansado y dolorido, cada vez más asustado y temeroso de sus esputos sanguinolentos.

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