viernes, 9 de septiembre de 2011

Caudillo IX

Uther llegó jadeando, se le había olvidado lo cansado que era llegar a la inexpugable Tintagel, al menos la brisa marina le contentaba.

Las bridas de su caballo pasaron a manos del mozo de caballerizas hacía tiempo y ahora esperaba intranquilo la presencia de la joven Igraine. Merlín acudió a saludarle mientras pedía tiempo para que la dama hiciese acopio de valor.

- - Uther, Igraine está preocupada, prométeme que no la harás daño.

- - Merlín siempre con tus pesares, estate tranquilo, Igraine no debe temer nada de mi.

Como si escuchase la conversación, apareció ante ellos la muchacha, vestida con una túnica verdosa de bordados dorados y el cabello recogido en un moño bajo que descansaba sobre una redecilla. Ser madre la había sentado muy bien y su cara se había redondeado, pareciendo más saludable que la enclenque niña de antes.

Uther la sonrío y se acercó para besarla la mano, que ella tendió temblorosa. Tras ella una nodriza acarreaba a la pequeña Enna. Pero el rex sólo tenía ojos para la hermosa Igraine, que con los parpados caídos y aún a pesar de sus ojeras le envolvía con su presencia.

Transcurrió la tarde en una agradable velada en que se cenó carne de ave y caza de los bosques cercanos, Uther jamás estuvo más dulce y cariñoso, atendiendo a la joven como nunca nadie lo hizo. Vino y cerveza corrieron de vaso en vaso e Igraine pronto se sintió mareada. Excusándose se levantó y sus doncellas la ayudaron a encaminarse hacia su aposento.

- - Merlín, esa mujer va a ser mía de una vez.- dijo Uther con los ojos achispados.

- - Me prometiste que…

- - Bah, no lo entiendes.- dijo mientras se reía.- ¡Ya no está casada! Gorlois murió anoche.

Esa misma noche la puerta de la habitación de Igraine se abría sigilosa, mientras una voz susurraba para despertarla.

- - Soy tu marido.- dijo la voz, una voz fuerte y ronca.

- - ¿Gorlois?.- dijo desperezándose ella.

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