viernes, 2 de septiembre de 2011

Caudillo II

Uther y Aurelio continúan hostigando a su antiguo vortigern, a la par que los sajones rompen su pacto para esquilmar las verdes llanuras y los ricos bosques, donde las gentes britanas trabajan y mueren.
El cacique huye a Gales, donde su esposa le espera en la fortaleza que fue de su padre, rodeada de una corte extraña en la que sólo destaca la figura de un muchachito capaz de sacar palomas de su chaqueta y cambiar el color del agua a su antojo.
- Merlín.- le llama la mujer de pelo rizado y rojo, que acarrea a su marido tras ella, asido de la mano.- Ven, enseñale a tu señor lo que sabes hacer.
Emocionada tironea de la manga a su esposo, cuyas ojeras y mirada languida son el vivo ejemplo del cansancio y la preocupación.
- Mujer, no tengo tiempo para tonterías, ya sabes que toda esta gente de la que te rodeas me parecen sanguijuelas que beben de ti sin que te enteres, te van a succionar hasta la vida.- Escupe sus palabras veloz, para silenciarse ante la mirada penetrante de un chico no mayor de 14 ó 15 años, de pelo pajizo y ojos verdes, alto y quizá excesivamente delgado.
Merlín frunce el ceño y no retira la mirada, recoge la mano del señor entre las suyas y cuando éste la retira encuentra entre sus dedos la fina cinta de pelo de su mujer. Arquea las cejas en gesto interrogatorio al muchacho pero esboza una sonrisa, cuando pretende devolvérsela a su señora, Merlín atrapa la cinta que se convierte en una serpiente.
La mujer suelta un gritito de sorpresa y ríe, aplaudiendo sin cesar. De pronto, la serpiente que se enrollaba en la muñeca del joven, se prende en llamas para desaparecer convertida en pequeños trocitos de tela de colores. Algunos cortesanos les rodean y murmuran encantados ante los prodigios.
El chico ha atrapado uno de los trozos de tela con la boca pero parece que le produce arcadas, raudo un sirviente le trae una jarra de agua, en la que escupe un pez vivo. Los aplausos y gritos de alegría resuenan.
El vortigern asiente y rebusca en su bolsa de piel, agarra al chiquillo y le tiende una moneda, para luego alejarse del bullicio.
- Señor, señor.- le llama Merlín.- ¿Significa esto que le gustó?
- Merlín ¿Ese es tu nombre?
El chico asiente expectante y con las mejillas encendidas
- He visto otros como tú, aunque desde luego no tan buenos, sin embargo yo también sé sacar monedas y chucherías de las orejas de mis sobrinos.- le responde el cacique antes de darse media vuelta para seguir su camino.
- Quizá señor, pero nadie puede compartir mis sueños.- susurra el chico con voz suave y clara.- Y sólo en ellos ya le conocía, sólo en ellos veo el pasado y el futuro, sólo en ellos veo que el fin de la guerra se acerca con la muerte aliada del otro bando, sólo por ellos sé cosas que nadie más sabe, sólo por ellos sé lo insondable, lo intangible, lo inimaginable.
Sí le ha oído porque paró su paso al escucharle, con el corazón resonando y un nudo en la garganta.

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