lunes, 1 de agosto de 2011

En el infinito

Tumbada sobre la hierba y con Lobito sobre la tripa, dándome calor, miro la infinitud de luces titilantes, colores parpadeantes en el cielo nocturno. Si cierro los ojos tengo la sensación de elevarme hacia las estrellas, de sentirme una con la Nada, en el vacío entre elementos mágicos de un espacio inconmensurable. El cri cri de los grillos me devuelve a la realidad. Allí arriba, mientras yo me levanto, hay otra como yo, quizás otra "yo" y otro "Lobito" que sienten que algo les falta en sus almas, observando un cielo azulado, o tal vez rojizo. Más allá de mi misma y de lo que conozco hay otros que se preguntan por qué se sienten solos, hay otros que necesitan alzar las manos al aire y sentirse tocados por una piel extraña. Más allá de mi mirada alzada hay otra que me mira lejana. Una mujer misteriosa, astral, etérea, no hada sino carnal, más materia que yo, más lucida que yo, más pícara que yo.
Segura de que Ella existe respiro hondo el olor a tomillo del monte, camino haciendo crujir los matojos con Lobito trasteando cerca de mis pies. Y Ella se levanta vaporosa, flota como un espectro y se disuelve.

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