jueves, 29 de abril de 2010

Sol

Intento acariciar su rostro iluminado como el sol, sus cabellos que se me antojan sedosos, como pintados en acuarela, difuminándose en el aire.
Es bonita e irradia luz al sonreír, con una sonrisa amplia y sincera, lo más hermoso que nadie podrá ver, porque nunca nadie sonríe como ella, con todas las fibras de su resplandeciente ser.

La intento tocar con las yemas de los dedos pero está lejos de mí, aunque parece que en realidad está a mi lado. Sus alas doradas se agitan bailando un compás que no oigo. Ella nunca habla, sólo me mira, a veces llora, a veces desaparece y no la encuentro en días.

Ese breve período en que casi creo que algún día la podré alcanzar me hace alimentarme de su luz. Pequeña musa, pequeña y caprichosa musa.

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