Abracé a Lobito entre mis brazos, temiendo que nos atacase. Venteó con el hocico levantado sin cambiar s
u gesto fiero. Cuando se giró y corrió en dirección contraria no pudimos entender lo sucedido y no sé por qué demonios de sin razón me decidí a seguirle.Lobo Malo no era Malo, era Madre, era Loba. Y aquellas veces anteriores que, en el pasado, nos había gruñido a Lobo o a mi, no arrugaba el hocico con malas intenciones, sólo nos quería alejar de sus crías.
Loba ahora nos tiene de amigos y la observamos desde la lejanía. Nunca dejará que Lobito se acerque, no es de su manada, es de la mía. Pero Loba ya no gruñe y deja que sus niños jueguen con Lobito, que necesitaba hermanos.


