jueves, 21 de julio de 2011

La maldición

Es noche cerrada ya, pero necesita salir afuera para respirar el aire fresco. La luna inmensa, magnifica y exultante parece más cercana que nunca, más poderosa, más deidad. La muchacha, de aspecto joven pero curtido por el sol, se sienta en el suelo. Parece que el tiempo no pasa, parece que ya no hay nada más alrededor. Siente necesidad de bailar, de intentar alcanzar los pálidos rayos de luz, fríos como la muerte.
Comienza a mecerse mientras el viento gime entre las ramas de los árboles. Alza los brazos y estira los dedos. La trenza de su cabello se deshace, para agitarse como si se tratase de cientos de serpientes.
Los ojos en blanco, la cara languidecida, el cuerpo contorsionado.
Tras ella el templo vacío, las sacerdotisas dormidas. Ante ella Hera sonríe complacida, perpetrada su venganza.

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