jueves, 9 de febrero de 2012

Caudillo XXXV

El inicio: La Leyenda del Bosque: Cacique I

Suspiró hondo al encontrarse ya ante las puertas del fuerte. Un par de hombres armados protegían la entrada mientras charlaban animados.
- ¿De dónde vienes?.- preguntó uno a la mujer que intentaba entrar.
Ella se apartó la capucha de la cabeza y soltó la mano del niño que la acompañaba. Hurgó en una bolsa que colgaba a su cintura y sacó dos colgantes de plata y un anillo de oro que llevaba atado una cinta roja. Le tendió todo al hombre.
- Los colgantes te los puedes quedar, pero haz llegar el anillo y la cinta a tu señora.
El hombre observó las alhajas y esbozó una media sonrisa. Codeó a su compañero y entró a la torreta principal del fuerte. Tras lo que pareció una eternidad, volvió a asomarse, sin llevar nada en las manos y mirando extrañado a la mujer.
- Sígueme
Morgana volvió a recoger los fardos, que había posado en el suelo, y le siguió sin decir nada. El interior le recordó a los tiempos en qué vivía con Artus, pero sin duda este fortín era más grande. La llevó hasta una puerta antes de dejarla a solas. Morgana volvió a inspirar aire y aguantando la respiración penetró en la estancia.
- Morgana.- dijo la mujer que esperaba, sentada en una poyata del ventanuco de la estancia. Era una mujer hermosa, de cabello negro y mirada limpia, que trenzaba los cabellos de una niña pequeña. Sin duda estaba embarazada, no sólo su vientre abultado lo decía, también sus mofletes sonrosados y su cara redonda.
- Enna.-respondió acercándose hasta ellas, sonriendo.
- No podía creerlo cuando he visto el anillo y la cinta.
- Yo ni siquiera sabía si te acordarías.
- Aunque no me acordase el anillo deja bien claro a quién pertenece, lleva bien grabado el águila y la serpiente. Pensé que habías fallecido.
- No hubiese dejado que eso pasase. Estás en estado, te queda muy poco ya. ¿Es el sexto?
- El sexto si es varón, la cuarta si es niña. El noveno sea lo que sea. Doy gracias de que me sea tan fácil tenerlos.- rió alegre, alzando la vista para observar a la recién llegada.- ¿Es hijo tuyo?
- Sí.- Morgana apretó aún más la manita del niño.- Se llama Mordred.
- Igerna hija, lleva a Mordreda la cocina, que le den de comer.- ordenó Enna a la niña, que rauda se levantó y con una resplandeciente sonrisa agarró de la mano al niño.
- Ve, hijo.- dijo Morgana ante la mirada dubitativa del pequeño.
- ¿Es hijo de Artus?.- preguntó Enna cuando se marcharon.- Y no te niegues a responder, sé que es suyo, es igual a él, sólo quiero que tú me lo confirmes.
- Lo es
Tras un largo silencio Enna abrazó a Morgana.

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