viernes, 21 de octubre de 2011

Caudillo XIX

Morgana se sostiene a duras penas tras vomitar todo el desayuno, se apoya contra un árbol y espera a tranquilizarse. Al rato aparece Merlín canturreando algo entre dientes, la encuentra sentada, con la espalda erguida y los ojos cerrados. Se agacha ante ella y la observa sonriendo.

- Te traigo buenas noticias.- susurra el ya achacoso mago.

- ¿Artus regresa a casa?

- Aún no, pero muy pronto, dicen que ha derrotado a los traidores, han caído sobre sus manos cientos de hombres y ahora todos le aman y le temen. Llegan historias de sus hazañas, ahora hay un cuentacuentos en la Gran Sala deleitando a todos.

- Y sin embargo aún tengo algo que me impide sonreír, aún noto un pesar en mi interior.

- Seguro que es tan sólo que le anhelas con todas tus fuerzas. Pero ya viene mi niña, ya viene a ti.

Ella sonríe y en un gesto involuntario se acaricia el vientre. Prefiere seguir su paseo pero en compañía de su buen amigo.

- Es absurdo pero a veces siento vergüenza, Merlín, por sólo pensar en él, por olvidarme de todas mis inquietudes y deseos a cambio de su felicidad.

Él sonríe y aprieta la mano delicada de su pupila. La sostendría eternamente si ella le dejará pues le despierta el cariño más hondo en su alma. Recuerda cansado que en algún momento pensó en pedirle a Uther que formalizará un matrimonio para él con su querida niña pelirroja. Una lástima que nunca se decidiese, quedando, como siempre, relegado tras el telón mientras su señor se hacía con la fuente de sus desvelos.

Sí, es probable que en algún momento la hubiese amado como ella ama ahora a Artus, pero no le preocupa mientras siga teniéndola cercana, pizpireta, inteligente y resabida, en sus conversaciones y divagaciones. Mientras siga siendo su pequeña pecosa.

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