martes, 18 de octubre de 2011

Caudillo XVI

Artus se había alejado de su pequeño grupo de acompañantes para acercarse al manantial a beber, necesitaba la soledad y pensar. Al lado del florecimiento de agua borboteante pasaba el río. Desmontó para acercarse a la orilla y mojarse, hacía calor y la cabeza le pesaba.

Mientras el caballo pacía tranquilamente, se recostó contra un árbol que le cobijó bajo su sombra. Cerró los ojos para escuchar el trino de los pájaros y la corriente del agua. No pudo evitar caer profundamente dormido. Despertó sobresaltado al notar movimiento cercano, por lo que fingió dormir mientras agudizaba los sentidos. Escuchó el crujir de las pisadas contra las hojas, por suerte parecía que sólo se acercaba una persona. Cuando casi sintió el aliento sobre su cara abrió los ojos y tumbó de un golpe al extraño.

- ¡Artus!.- gritó Morgana entre gemidos.- ¡Duele!

- ¡Morgana! Lo siento, lo siento… pensé que…

Ella rió y le propinó una patada mientras se levantaba del suelo y apartaba el cuchillo de su garganta.

- Casi me matas

- Jamás sería mi intención…

- Deja de decir bobadas Artus, pensé que estabas dormido.

- Lo estaba pero noté tu presencia.

Morgana se quitó algunas hojas de la melena. Bajo la luz del atardecer estaba más bonita que nunca, portaba una bolsita en la que guardó unas flores, Artus sabía que a veces acudía al río en busca de hierbas.

- Perdóname.- dijo él sujetándola por la cintura, cuyo roce le puso la carne de gallina.

- No te preocupes, desde lo de la granja llevo una daga siempre. Podría haberte matado yo a ti.

Artus sonrió pero no se creía lo de la daga, al menos hasta que Morgana comenzó a levantarse la falda del vestido para mostrar atada a su muslo una daga enfundada. El joven acercó la mano para recoger el arma, rozando levemente el muslo sedoso.

- Esto no te hace falta, yo te protegeré.

- Por la forma en que me estás mirando me parece que en realidad debería buscar protección contra ti.- susurró ella acercándose levemente.

Él la miró directamente a los ojos, sujetó el brazo pálido y la atrajo hacia él antes de tumbarla contra la hierba.

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