domingo, 23 de octubre de 2011

Caudillo XXI

Merlín empujaba el carro donde llevaban todas sus pertenencias, que se había atascado en un charco de barro. Morgana seguía dormida cubierta por su capa oscura, el mago la había proporcionado una infusión para que durmiera, aunque sus sueños saltaban de pesadilla en pesadilla y no conseguía descansar.

La muchacha languidecía, casi sin hablar y sin comer. Lloriqueando cuando estaba despierta, sufriendo cuando dormía. Se encogía sobre sí misma, sin cambiar de postura en los tres días que llevaban viajando.

Cuando por fin consiguió que la rueda saliese del bache Merlín gritó de júbilo y saltó sobre la carreta obligando a los caballos a moverse. Morgana abrió los ojos y le miró entre las brumas de un mal sueño. Por fin se estiró y se sentó al lado de su acompañante.

- Hay algo que te tengo que contar.- dijo ella, con la voz aún pastosa.

- Dime mi niña.

Aspiró aire como queriendo infundirse valor y guardó silencio unos cuantos minutos antes de envalentonarse.

- Creo... que estoy en estado.

Merlín tardó un tiempo en comprender las palabras.- ¿De Artus?

- ¡Merlín! ¡Por supuesto que de Artus! ¿Cómo puedes preguntar eso?

- Perdona, no era mi intención… es sólo que… ¿Por qué no se lo dijiste? Quizás así…

- Merlín…Merlín… Si he de tener un bastardo no será criado por su padre.

- Pero… así... jamás podrá reclamar lo que es suyo.

- Ya no tiene nada suyo, su madre ha sido repudiada. Se lo iba a decir la noche de su llegada. Oh Merlín, pensé que le iba a gustar tanto… .- Las lágrimas se agolparon de nuevo.

- Morgana, por el bien de tu hijo, debes ser fuerte, deja de llorar por un hombre. Ni siquiera Artus lo merece. A partir de ahora sólo te dejaré llorar el día de tu parto. Nunca más. Vamos a criar un niño… Tenemos que demostrarle que lo merecemos.

Ella se secó las lágrimas, el dolor jamás desaparecería, pero Merlín tenía razón, se lo debía a su hijo.

- Dame las riendas.- dijo ella con tono firme.- a ti ni los caballos te hacen caso.

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