sábado, 29 de octubre de 2011

Caudillo XXVII

Morgana ocultaba su cabello bajo un velo y ahora era conocida como Morgause. Todo lo que había aprendido de Merlín e incluso de Niniana estaba valiéndole para crearse una fama que recorría aldeas contiguas. Gentes enfermas y doloridas tocaban su puerta en busca de paz y alivio. Mordred les hacía hueco frente al hogar, donde servía caldo si les sobraba. Era un buen aprendiz y ya era capaz de traer las plantas que necesitaban sin necesidad de preguntar a su madre constantemente.

Cierta mañana nubosa se presentó en su choza una muchacha, casi niña, de cabello castaño y rizado, que se arrodilló ante ella con la mirada triste.

- He oído.- dijo la chiquilla.- que tú sabes cómo hacer para no tener… hijos.

Morgana la observó tranquilamente. Llevaba buenas ropas y afuera se oía a gente con caballos que la debían de estar esperando. Era de buena familia, y ni siquiera se había preocupado por ocultarlo, los pendientes y el colgante de oro lo reafirmaban.

- ¿Cuál es tu nombre?.- preguntó Mordred, que se encontraba acuclillado ante la hoguera mientras la avivaba.

- Me llaman Guinever.- dijo ella con voz temblorosa.

Mordred se alzó súbitamente reconociendo el nombre, temblando sus brazos y prietos los finos labios, a punto de lanzarse sobre la recién llegada cuando su madre le sujetó por los hombros y le pidió acudir a por raíces al bosque.

- ¡pero madre!.- gritó él

- Haz lo que te digo Mordred, vete ahora mismo y déjame a mi.- dijo ella con un tono gélido y autoritario. El muchachito sabía bien lo que significaba ese tono y decidió obedecer aunque antes de salir escupió todo su odio en una mirada hacia la joven.

Tras verle marchar Morgana volvió a enfocar su atención a la niña.

- ¿Por qué deseas no tener hijos?

La chica suspiró y sollozó.- No quiero darle hijos a mi marido. No quiero tener nada suyo.

- ¿Te ha hecho daño?.- preguntó asombrada la mujer mientras se sentaba

- Nunca me ha pegado si es lo que preguntas…. Pero a veces, a veces me mira y creo que lo desearía. Sólo le detiene mi padre, sino yo ya estaría muerta.- gimoteó con la nariz goteando.

Morgana caviló en silencio, frotándose las manos heladas. Era tan sólo una niña asustada, no podía odiarla, es probable que ni siquiera supiese que Artus estuvo casado antes.

- Si el niño decide agarrarse a tu vientre no se podrá hacer nada, sólo puedo hacer que sangres todos los meses y sólo si tomas lo que te voy a dar dos veces al día todos los días. ¿Entiendes?

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